(Ejercicio que consiste en hacer un relato basado en una noticia)
El beso infiel
Rubén acelera, la rotonda le va a permitir adelantar posiciones y no perderlo de vista. Le sabe mal usar esa forma para ganar puestos pero esta vez tiene el presentimiento que hoy si es una cita. Se sitúa dos coches atrás. La lluvia y la noche ampara su persecución. Está ansioso por saber cómo se desenvolverá el aparcamiento y si algún semáforo abortará el seguimiento. Luis va a su lado. Cuando él aparque, el seguirá de largo, unos 10 o 15 metros, ya verá.
Ahora coge una vía rápida, arrecia, los limpiaparabrisas se aceleran, su corazón también. Luis fuma. El coche es viejo, de los años noventa y algo. Falla el desempañador. Baja la ventanilla, su brazo se empieza a mojar. El tubo de escape, -ya sabía que estaba suelto y corroído- hace un ruido infernal. Ojalá saliera la operación. Llevaba 2 semanas haciendo seguimientos fallidos. No puede dedicarle mucho más tiempo a conseguir la foto o perdería dinero.
El coche pone intermitente a la derecha, espera unos segundos. Ahora sí. Hay tres vehículos por delante. Mira el retrovisor. Se va arrimando al lateral. A través del cristal salpicado de gotas ve un barrio residencial de torres rojas. Reduce velocidad. Un cuarto coche se coloca de improviso delante, ¡que listo! Se inquieta, no quiere perder mas distancia. Giro a la derecha, y otra vez ala derecha, las calles cada vez mas estrechas, estamos llegando piensa. Un callejón arbolada a ambos lados, un pub de luces verdes al fondo. El coche aminora la marcha, como buscando sitio. Rubén hace lo mismo. Vuelta a la última manzana, -hemos llegado- masculla, – estamos cerca, esta vez si-. Una foto es lo que necesita para mañana llamar victorioso y cada vez la siente mas cercana. Giro a la izquierda, y otra vez a la izquierda. De nuevo el pub a la vista y un intermitente de un coche que sale. Ahora aparcará. El pasa de largo. Se detiene a unos 20 metros. Por el retrovisor le controla la maniobra. Ya aparcó. Su pulso se acelera. Luis dice: -esta es la buena-
Aguarda unos segundos antes de bajarse, coge el paraguas, le observa dirigirse al pub. Luis coge el coche y se va a buscar sitio.
Comienza a caminar bajo su desvencijada gabardina. Recorre la calle unas tres veces de arriba abajo. Bajo el borde del paraguas, ve unos tacones apresurados. Se dirigen al bar. Tiene que ser ella, piensa. Siente calor. Como había repasado mentalmente hace días, esperará unos 10 minutos. Serán largos, hasta que ellos se relajen, den sus primeros sorbos y se acomoden.
A través del ventanal ve la pareja. Se han colocado casi al fondo. El entrará y pedirá una cerveza al comienzo de la barra, dándoles de lado. El espejo tras el botellero le permitirá ver cuál es el mejor momento.
Enciende la cámara que se aloja en su solapa. Empieza a grabar. Decide entrar. Ellos abrazados. Bien! ¡Pero quiere un beso, un beso! Se sienta a la entrada. Solo el y ellos. Pide una cerveza. Saca el teléfono. Pone un mensaje a Luis. “Están abrazados”. Con la cerveza en la mano, se gira como reconociendo el local mirando alrededor y grabando. Sus rostros se ven claros. Ya con esto sería suficiente. Se dirige a la máquina de tabaco, registra todo. Ubica el baño. Será su próxima excusa para volver a orientarse hacia ellos.
Cambia de planes. Quiere un primer plano. De regreso de la máquina, se acerca y les pide fuego. El se lo da con su mano izquierda sin dejar de abrazarla. Gracias, murmulla Rubén. Qué guapa es, piensa. Vuelve a su esquina. Ellos cada vez más cerca. El cada vez más nervioso. Disimula wasapeando. Levanta la mirada. Y los ve. Los ve. ¡Ahora! Su corazón se dispara. Traga saliva. Ellos se besan. Se gira, se encamina al baño a paso lento. Dentro escribe un mensaje: Los tengo.
Manuel Monroy, 2019
La noticia elegida fue:
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