Carta a mi hija cuando ella tenga 50 años

Estimada hija, que pretencioso por mi parte dirigirte una nota a mas de 30 años vista.

Tal vez no estes o las hayas perdido u olvidado, y pretencioso adivinar a que edad esta carta la llegues a entender y cuando pueda arrancar un largo sentimiento de comunión conmigo.

Se que ahora no es posible, tu juventud creo no deja. Los padres pasamos de ser dioses a diablos, y solo el tiempo, la experiencia propia, nos da un tamiz que permite tal vez entenderles y mirarlos de tu a tu, tras haber pasado por vivencias parecidas por esta vida que nos reparte los mismos papeles con unos cuantos años de diferencia y parece querernos llevar a la comprensión del otro, de que solo el tiempo y el lugar no separa de ser lo mismo.

Te puse que la abrieras al cumplir los 50 años cuando es normal que te hayas casado, que tengas hijo o hijos, que hayas vivido la maternidad, no se si el desamor de una separación, seguramente la muerte de tu madre y mía.

Y mira si pienso en ti cuando te escribo cosas para cuando yo no esté, para un día cualquiera, en que te levantes y digas, hoy es el día, el día de leer a mi padre, un dia muy diferente, el dia que marcó cuando no lo sabia todo.

Tal vez te retires de casa, cojas el coche y vayas bajo un árbol donde te alcancen unos rayos de sol, rodeada de naturaleza, será en enero y hará frio, tal vez esté nevado. Supongo que no habrás cambiado de latitudes, pero quien sabe si por el contrario, no estarás ahora en Argentina en un cálido verano o en alta mar en un crucero. Quien sabe donde te habrá llevado tu libertad!

Tus hijos tendrán quizás 20 años, los que tu tienes ahora, se que cae en jueves. Ojalá seas liberal, y puedas tomarte este dia libre, y te vayan las cosas bien, sin agonías económicas, seas valorada por tu trabajo, querida por tus hijos, amada por tu marido, apreciada por tus amigos, congratulada en la familia. Ojalá que tus dias sean jubilosos, que tengan la proporción aceptable de lo mismo y lo distinto.

Pero si algunas de estas cosas no son así, si tu corazón sufre, entonces empezarás a entenderme, de todo lo que somos capaces por buscar un rincón de amor, de segura comprensión, de cobijo caluroso, de pedirlo a unos y no darlo a otros.

Solo quiero que me recuerdes un rato, que repases en tu cabeza un poco mi biografía, lo solo que me sentía a pesar de tener dos hermanas, la educación clasista que recibí, las ausencias de mi padre, el vertiginoso carácter de mi madre, los exhaustos años de estudio para ejercer de médico privado, las cuatro veces que me casé, la primera mujer que tuve y falleció a los veintiún dias de la boda, de como enloquecí tras ello, la separación de tu madre tras severas dificultades económicas y desavenencias en tu educación y en la cama, la ninguna ayuda que recibí de la familia, el emparejamiento con Natalia por años y el dolor de tu silencio. Mis dudas, mis vaivenes ideológicos y errores, muchos errores, pequeños y grandes que cambian el rumbo del devenir.

Espero entonces que entiendas, que con tanto lastre, no fuera ese mágico padre que sonriente llega a casa, que se sienta en el sofá de tela entre cálidas lámparas frente a ti y te da toda la escucha y comprensión que tu anhelabas en tus tardes de 15 años.

Yo ya morí, tras una vida larga y generosa que me dio la oportunidad de comprender a todos, permitiéndome todos los papeles, pero los olvidé y malinterpreté, quedando ya solo el final, ser matado por la muerte, no sin antes, burlarla contigo.

Levántate con la cabeza alta y respira, vuelve a casa, abraza a tu marido y espera sonriente en el sofá de tela la llegada jubilosa de tus hijos.

Un beso, papa