Ese día decidió ganarse la vida engañando a la gente. Puso un anuncio en la prensa. “Coach emocional. Te ayudo a superarte” en realidad ella había estudiado matemáticas, y estaba desesperada por encontrar un contrato mileurista. Pero ya ni a eso. Recibiría en un cuarto de su casa que le quedaba libre. Sacaría la cama, pondría un par de sillas, una mesita, un jarrón, algún detalle, un par de cuadros sugerentes, una música relajante y un par de títulos de cursos sobre técnicas de ayuda. Si la conversación profundizaba diría que estudió psicología, que se quedó en 6º y tuvo que dejarlo porque necesitó ponerse a trabajar pero que su experiencia era amplia. En ese momento pensaría en todas la veces que escuchó a conocidos y desconocidos sus historias en noches de farras.

Era la primera entrevista y estaba ansiosa. Normal. Iba a tener que emplear todos sus recursos para un arte del cual si acaso solo se había empleado a fondo con sus amigos y con su marido. Pero cobrar por ello y pasar por profesional era todo un reto. Al menos estos le habían dicho que sabía escuchar. Eso, lo haría con toda atención. Hablaría poco. Y Si lo hiciera, haría preguntas. Procuraría hacerle pensar. Incluso llegó a sentir ilusión por su nueva farsa. ¿Se convertiría realmente en un apoyo emocional? ¿Pagarían gustosamente al final de la sesión? ¿Volverían una segunda vez? ¿La denunciarían por estafa?

Tras terminar, el Sr. Redondo esgrimía una amplia sonrisa. Abrió su cartera y la abono la consulta. –Para cuando nos podemos ver, pronto a ser posible- preguntó. –Un momento que mire un hueco- contestó Alicia. –A ver, a ver, para el 28 de diciembre, ¡vaya el día de los inocentes, bonito día! exclamó ella sonriendo.

Manuel 2018